Pareciamos una familia feliz, pero no lo eramos. Habia tanta oscuridad a nuestro alrededor. Nuestros secretos eran nuestra destruccion.
Cuando comencé a escribir el libro, Dios me dio el don de la compasión hacia mis padres, y también hacia mí misma. Esas dos personas que Dios eligió para traerme al mundo tenían la combinación en su ADN para formar la persona que soy.
¿Qué impidió que mi madre y mi padre fueran buenos padres? ¿Cuáles eran las emociones de Maritza, mi madre? ¿Qué conmovió el corazón de Juan, mi padre?
Durante años mi principal objetivo fue entender a mis padres para entenderme a mi misma. Con la ayuda de Jesús, mi meta cambió de la comprensión al perdón.
Yo soñaba con estar cerca de mis padres, y tener una familia feliz. La mirada de mi padre era especial y sentir mi mano en la suya me daba seguridad.